El condicionamiento de las mentes desde la infancia, a través del adoctrinamiento transmitido por una enseñanza controlada por sacerdotes, imanes o rabinos, hace creer …
a las personas nacidas en entornos cristianos, musulmanes o judíos -generalmente sin ocasión, tiempo, ni medios para plantearse una rigurosa investigación propia- que las historias “sagradas” que les cuentan son verídicas, cuando en realidad no son sino copias de mitos arcaicos surgidos en culturas primigenias (Mesopotamia, Egipto, Persia, la India, la Grecia helenística, etc.), con constantes adaptaciones para que puedan ser asumidos por la mayoría social de cada época.
Siempre ha sido objetivo prioritario del poder político inculcar ideas religiosas en el pueblo, como eficaz mecanismo de control social, por la resignación y sumisión que fomentan entre los marginados y porque así se “legitima” y justifica (“Rey -o Caudillo- por la Gracia de Dios”). El pueblo ingenuo acepta la visión simplista que de la realidad ofrecen las religiones, porque se le ha cercenado el espíritu crítico y nunca se le ha preparado para afrontar las grandes preguntas de la vida… Pero ninguna religión ha hecho ni mejores ni más felices a los hombres. Porque a través de la falsedad, la manipulación, la ignorancia o el error, no puede arribarse a buen puerto…
La bibliografía aquí seleccionada se centra en el cristianismo, religión mayoritaria en nuestro país, en el que ya es imparable -anulada la férrea censura que tanto atraso ha causado a España- que se publiquen las numerosas investigaciones que en todo el mundo van destapando los fraudes religiosos -que durante tantos siglos han confundido a la humanidad- gracias a los avances en el conocimiento arqueológico, lingüístico, histórico, cosmológico y biológico y a la potencia divulgativa de las nuevas tecnologías de la información.
Algunos textos básicos se hallan agotados, por lo que se ha procurado incluir el mayor repertorio de obras posible, si bien basta con pocos títulos (algunos señalados con ***) para abrir los ojos a la realidad. Aunque es previsible que habrá quien prefiera vivir engañado (por cobardía o comodidad), aun a costa de diferir la justicia y la felicidad personal a esa prometida vida de ultratumba, ante la que las Iglesias tienen la certeza de que jamás van a tener reclamaciones. Sencillamente, porque no hay el menor indicio de que exista.
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