En una aldea perdida se contaba una antigua leyenda. Las noches como hoy, cuando en la quietud absoluta puedes escuchar, sentir un ligero y persistente temblor, algunos ancianos aún recuerdan la leyenda del indio Amarú.
Amarú fue un indio charrúa capturado y traído a nuestras tierras a mediados del mil quinientos por un aventurero inglés, noble a fuerza de libras, llamado Sir Lockerheart.
Si bien este caballero pretendía incluirlo en el zoológico de su fastuosa casa de la campiña inglesa, primero decidió presentar su última adquisición en la sociedad parisina.
El breve transcurso de los tres días quede mandaban los preparativos de la fiesta, cambiarían la vida de la familia Lockerheart para siempre.
Alicia, la joven esposa de Sir Lockerheart nunca había terminado de acostumbrarse a sus públicas infidelidades. Pero lo que realmente hería su sangre Sevillana era que Lockerheart, no contento con la cuantiosa dote que recibió, había traicionado a su querido padre, adueñándose de su fortuna mediante un hábil fraude.
Durante el viaje del maldito a América, financiado con el dinero y la sangre de su familia, tramó una docena de posibles venganzas. Ninguna era la adecuada. Quería castigarlo con creces, no sabía cómo pero iba a humillarlo
Es así que la segunda noche que volvió Sir Lockerheart, la improvisada celda del sótano, donde dormía Amarú, se convirtió, para sorpresa del charrúa, en alcoba nupcial.
Pese a la exigua alimentación que recibía, Amarú se desempeñó muy bien. Las tres veces.
Al día siguiente, por primera vez Amarú devolvía la sonrisa, rejas mediante, a Sir Lockerheart.
-Después de todo, hay algo casi doméstico en estos animales- se dijo el sonriente caballero inglés.
La misma silueta feliz se dibujaba en sus labios cuando nueve meses después esperaba, en la pieza contigua a su alcoba, el nacimiento de Graham, su primogénito, su heredero.
Los cinco minutos posteriores al parto fueron los más felices del último año de Alicia.
Cuando vio la deformación en la cara de su esposo, comprendió que había logrado su objetivo. Su amor propio fue derrotado de una vez y para siempre.
Mientras era ahorcada por las iracundas manos, Alicia dejó nuestro mundo con una mirada rebosante de alegría. En el clímax de una copulación de nueve lunas.
Lockerheart, que había ordenado a la partera que se fuera de su casa, recordándole que pagaría con su vida una indiscreción, enrojeció de rabia al escuchar la puerta detrás suyo.
-Dije que...
Su frase se cortó junto a su garganta, con una piedra afilada pacientemente por una mano salvaje...
Amarú fue un indio charrúa capturado y traído a nuestras tierras a mediados del mil quinientos por un aventurero inglés, noble a fuerza de libras, llamado Sir Lockerheart.
Si bien este caballero pretendía incluirlo en el zoológico de su fastuosa casa de la campiña inglesa, primero decidió presentar su última adquisición en la sociedad parisina.
El breve transcurso de los tres días quede mandaban los preparativos de la fiesta, cambiarían la vida de la familia Lockerheart para siempre.
Alicia, la joven esposa de Sir Lockerheart nunca había terminado de acostumbrarse a sus públicas infidelidades. Pero lo que realmente hería su sangre Sevillana era que Lockerheart, no contento con la cuantiosa dote que recibió, había traicionado a su querido padre, adueñándose de su fortuna mediante un hábil fraude.
Durante el viaje del maldito a América, financiado con el dinero y la sangre de su familia, tramó una docena de posibles venganzas. Ninguna era la adecuada. Quería castigarlo con creces, no sabía cómo pero iba a humillarlo
Es así que la segunda noche que volvió Sir Lockerheart, la improvisada celda del sótano, donde dormía Amarú, se convirtió, para sorpresa del charrúa, en alcoba nupcial.
Pese a la exigua alimentación que recibía, Amarú se desempeñó muy bien. Las tres veces.
Al día siguiente, por primera vez Amarú devolvía la sonrisa, rejas mediante, a Sir Lockerheart.
-Después de todo, hay algo casi doméstico en estos animales- se dijo el sonriente caballero inglés.
La misma silueta feliz se dibujaba en sus labios cuando nueve meses después esperaba, en la pieza contigua a su alcoba, el nacimiento de Graham, su primogénito, su heredero.
Los cinco minutos posteriores al parto fueron los más felices del último año de Alicia.
Cuando vio la deformación en la cara de su esposo, comprendió que había logrado su objetivo. Su amor propio fue derrotado de una vez y para siempre.
Mientras era ahorcada por las iracundas manos, Alicia dejó nuestro mundo con una mirada rebosante de alegría. En el clímax de una copulación de nueve lunas.
Lockerheart, que había ordenado a la partera que se fuera de su casa, recordándole que pagaría con su vida una indiscreción, enrojeció de rabia al escuchar la puerta detrás suyo.
-Dije que...
Su frase se cortó junto a su garganta, con una piedra afilada pacientemente por una mano salvaje...
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