Cuando Michelina Lewandowska le contó su historia a un tribunal inglés, parecía estar recreando a propósito el mayor miedo de muchas personas, o una película de terror escrita con una pizca de sadismo. Porque lo que esta madre polaca de 27 años residente en Leeds (Inglaterra) fue a contarle al tribunal era que su novio la había enterrado viva y maniatada dentro de una caja de cartón. Por fortuna, gracias en parte a que solo estaba a diez centímetros de la superficie, pudo trazar un plan una vez dentro de lo que podría haber sido su tumba.
Su historia comienza con lo que perfectamente podría haber sido un final. Su novio, Marcin Kasprzak, de 25 años, le disparó con un taser (una de esas pistolas que disparan un tipo de alambre por el que transmiten altos voltajes de electricidad) de 300.000 voltios. Podría haber muerto del shock, pero solo quedó inmovilizada. Esto lo aprovechó Kasprzak para reclutar la ayuda de su amigo, Patryk Borys, de 18 años, y maniatar a la víctima con cinta americana. También le taparon la boca. Fue entonces cuando la metieron en una caja y la llevaron a un bosque cercano a Huddersfield. Allí, se pusieron a excavar.
Como solo contamos con la declaración de Michelina, nadie sabe exactamente qué pasaba por sus cabezas en aquel momento. ¿Pensarían que estaba muerta o querían asfixiarla? Michelina solo sabe que su relación se había deteriorado mucho en los últimos meses. Se conocieron en su Polonia natal y ahora que vivían en casa de los padres de él ya apenas se hablaban. Kasprzak quería librarse de ella para criar al hijo que habían tenido juntos, Jakub, de tres años, él solo. El caso es que una vez tuvieron un agujero que consideraron satisfactoriamente profundo, metieron en él la caja de Michelina y la cubrieron de tierra: "Lo hacían para que fuera imposible salir; sentía cómo la caja se hacía más y más pequeña", cuenta ella. Entonces, los hombres se fueron.
Michelina sacó dos dedos por dos agujeros que había en la caja. Sintió la tierra. "Intentaba decidir qué hacer; empecé a darle patadas a la caja pero era demasiado pesada, así que pensé en la única cosa que podía servirme. Fue entonces cuando caí en mi anillo", confiesa la protagonista del suceso. Era un anillo con un diamante que Kasprzak le había regalado cuando se prometieron. Eran, sin duda, tiempos más felices. Pero igual podía salvarla ahora; gritar y golpear la caja no le estaba sirviendo de nada, así que intentó usarlo para cortar la cinta americana. Funcionó. Probó a cortar el cartón de la caja. También.
Su historia comienza con lo que perfectamente podría haber sido un final. Su novio, Marcin Kasprzak, de 25 años, le disparó con un taser (una de esas pistolas que disparan un tipo de alambre por el que transmiten altos voltajes de electricidad) de 300.000 voltios. Podría haber muerto del shock, pero solo quedó inmovilizada. Esto lo aprovechó Kasprzak para reclutar la ayuda de su amigo, Patryk Borys, de 18 años, y maniatar a la víctima con cinta americana. También le taparon la boca. Fue entonces cuando la metieron en una caja y la llevaron a un bosque cercano a Huddersfield. Allí, se pusieron a excavar.
Como solo contamos con la declaración de Michelina, nadie sabe exactamente qué pasaba por sus cabezas en aquel momento. ¿Pensarían que estaba muerta o querían asfixiarla? Michelina solo sabe que su relación se había deteriorado mucho en los últimos meses. Se conocieron en su Polonia natal y ahora que vivían en casa de los padres de él ya apenas se hablaban. Kasprzak quería librarse de ella para criar al hijo que habían tenido juntos, Jakub, de tres años, él solo. El caso es que una vez tuvieron un agujero que consideraron satisfactoriamente profundo, metieron en él la caja de Michelina y la cubrieron de tierra: "Lo hacían para que fuera imposible salir; sentía cómo la caja se hacía más y más pequeña", cuenta ella. Entonces, los hombres se fueron.
Michelina sacó dos dedos por dos agujeros que había en la caja. Sintió la tierra. "Intentaba decidir qué hacer; empecé a darle patadas a la caja pero era demasiado pesada, así que pensé en la única cosa que podía servirme. Fue entonces cuando caí en mi anillo", confiesa la protagonista del suceso. Era un anillo con un diamante que Kasprzak le había regalado cuando se prometieron. Eran, sin duda, tiempos más felices. Pero igual podía salvarla ahora; gritar y golpear la caja no le estaba sirviendo de nada, así que intentó usarlo para cortar la cinta americana. Funcionó. Probó a cortar el cartón de la caja. También.
En cuanto salió del agujero, tardó unos minutos en orientarse y dar con una carretera. Ahí encontró a un motorista, que accedió a llevarla de vuelta a la ciudad. En el camino de vuelta sólo pudo pensar: "Dios, dime qué hacer ahora".
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