Algo falla cuando, tras 25 años de lucha contra la violencia sexista,
las cifras siguen siendo escalofriantes. En los últimos diez años han
muerto en España 700 mujeres, lo que supone una media de 70 al año. Esta
cantidad no incluye las violaciones, el acoso sexual y demás
agresiones, aunque se sabe que al año se cursan 140.000 denuncias por
delitos o faltas relacionadas con la violencia de género.
Mesa de periodistas en la que participé |
Decía 25 años de lucha porque esa es la larga trayectoria de la
Coordinadora Estatal de Mujeres Abogadas, presidida por María José
Varela y que los días 15, 16 y 17 de noviembre celebraron un congreso en
la Facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona. Las conclusiones
podeís encontrarlas en la página web de
esta coordinadora, que vale la pena visitar si se quiere comprobar cómo
ha evolucionado esta batalla en favor de las víctimas, tanto desde el
punto de vista legislativo como jurídico.
La celebración de este último congreso ha coincidido con la sentencia del Tribunal de Estrasburgo que anula la llamada Doctrina Parot,
lo que permite excarcelar antes de tiempo a delincuentes con largas
condenas, entre ellos terroristas, asesinos y violadores en serie.
Escribo esta entrada cuando está a punto de ser excarcelado Manuel
González González, conocido como el "loco del chándal", quien asesinó a
una mujer e hirió a otras quince con un punzón en las inmediaciones del
Metro de Barcelona. El informe del equipo de tratamiento de la cárcel
donde cumple condena es demoledor, pues advierte del "riesgo extremo" de
reincidencia. Es decir, que no está rehabilitado. Las abogadas
asistentes a las sesiones proponen la libertad vigilada, una figura que
contempla el nuevo Código Penal, en los casos de violencia de género y
contra la libertad e indemnidad sexual, en los que durante el
cumplimiento de la pena no se hubiera conseguido la rehabilitación.
Entienden que a través de esta medida debería prorrogarse el tratamiento
rehabilitador. Pero ¿qué ocurre si el delincuente nunca ha querido
rehabilitarse, como es el caso del "loco del chándal"?.
Cadáver de "la dalia negra" |
Esta es una de las conclusiones del congreso, pero hay más. Yo me
centraré en la mesa redonda a la que fui invitada y que llevaba por
título "La explicación de la violencia en los medios". Asistimos
Milagros Pérez Oliva (El País), Eva Peruga (El Periódico de Catalunya),
Carol Espona (TVE) y yo misma, representando a ABC.
Milagros y Eva ofrecieron una impecable exposición teórica sobre el
androcentrismo informativo, mientras que Carol y yo nos centramos más en
el periodismo de calle, en las dificultades que tienen los periodistas
para explicar la violencia de género de formar diga, rigurosa, sin caer
en el sensacionalismo y preservando la intimidad de las víctimas. Admito
que yo fui especialmente autocrítica, pues la crisis económica y el
recorte de las plantillas y del papel provocan que el profesional
carezca de tiempo para tratar este delicado asunto. Porque, manuales de
estilo aparte, el buen periodismo requiere de eso, de tiempo para
investigar, hablar con todas las partes implicadas, localizar personas,
comprobar los distintos puntos de vista. Internet es una maravillosa
herramienta, pero también un arma de doble filo, pues el periodista debe
competir con redes sociales, videoaficionados y webs que explican en
tiempo real lo ocurrido.
Eso me hizo recordar un estupendo documental que vi hace poco titulado "La Dalia Negra",
que narra el asesinato nunca resuelto de Elisabeth Short, una joven
aspirante a actriz de Hollywood. Las fotos del cadáver, descuartizado y
con profundas laceraciones, fueron publicadas en los años cuarenta por
la prensa sin ningún tipo de pudor (hoy circulan por Internet), pues los
periodistas llegaron al escenario de tan atroz hallazgo antes que la
policía. Me pregunto si hoy se publicarían.
También me pregunto si los medios de comunicación nos hemos equivocado
en el tratamiento de esta violencia, porque si algo falla en el circuito
de prevención, persecución y condena de estos delitos, a lo mejor somos
corresponsables. Yo insisto en el necesario rigor, que pasa por una
relación de confianza entre el periodista y sus fuentes. Cultivarla es
imprescindible, pero eso, de nuevo, es cuestión de tiempo.
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